sábado, 7 de abril de 2007

En la ruta del hierro

Hoy, para aprovechar la Semana Santa un poquito, ya que no había hecho gran cosa en ella, me he pegado una buena paliza. Había quedado con mi amigo J por la mañana para madrugar e irnos a hacer una ruta cerca de Bilbao, por los montes de Triano. Pero J ha amanecido fastidiado del estómago y en vez de quedarme en casa, no lo he dudado, he sacado el coche del garaje, he enfilado la autopista AP-68 y en una horita he llegado a Trapagarán, mi destino, un pueblo industrial de la margen izquierda del Nervión.
Para llegar a La Arboleda, nuestro destino final, desde Trapagarán todavía quedaba subir un buen desnivel. Existe un funicular que sube hasta arriba, hace un tiempo ya subí por él con Edith (ver artículo pasado). Esta vez tocaba subir con el coche, zigzageando por la empinada y peligrosa carretera llegué hasta La Reineta, este es el pueblo donde también te deja el funicular. Saliendo de La Reineta en menos de un kilómetro ya se llega a La Arboleda.
Os voy a hablar un poco de este sitio: antiguamente La Arboleda fue un muy importante pueblo minero, cuando desde los Montes de Triano se sacaban toneladas de hierro diariamente. Por aquel entonces en esta zona había muchos poblados mineros, siendo La Arboleda uno de los más emblemáticos. En el pueblo llegó a vivir mucha gente debido a la abundancia de trabajo en las minas, incluso se creó un hospital: el hospital Matamoros, levantado únicamente para atender a los destrozos que las minas producían en los cuerpos de los duros mineros. Allí trabajó muchos años el famoso Doctor Areilza.
Al acercarse al pueblo desde la carretera se ven lo que parecen ser lagos de agua dulce, pero realmente son las antiguas minas inundadas desde donde los mineros sacaban el preciado mineral del hierro. Destacan por su profundidad los pozos del hostión o de los carmenes.

Iglesia en el centro de La Arboleda

La ruta que tenía prevista hacer hoy empieza en el Centro de Interpretación ambiental de Peñas Negras, a un par de kilómetros de La Arboleda, pero como hoy no tenía ninguna prisa he decidido aparcar el coche y recorrer el pueblo tranquilamente.
La verdad es que apenas quedan restos que indiquen el pasado de esta tierra, incluso me he puesto a buscar el antiguo Hospital Matamoros y no lo he encontrado, más tarde me he enterado que hace ya unos años que lo derribaron, seguramente porque esas ruinas molestaban las vistas de los flamantes jugadores de golf que se acercan cada día al nuevo campo que han construido muy cerquita.
Lo que sí que he podido ver de cerca han sido los antiguos pozos mineros, ahora inundados permanentemente.

¿Antigua mina?

Más tarde he vuelto al coche para recorrer el par de kilómetros que me separaban de Peñas Negras, un Centro de Interpretación Ambiental dedicado, como no, al hierro y a la minería.
He estado un buen rato instruyéndome en el tema y reviviendo la historia de este lugar a través de los paneles explicativos de las paredes.




ExteriorInterior

A las 12,15h ya he decidido ponerme en marcha, he comenzado mi ruta a través de las montañas de hierro. Desde aquí podéis consultarla.

Tras las 4 horas que me ha costado la ida y la vuelta y tras haber comido un bocata de chorizo, he vuelto al coche y otra vez para abajo, a descender de las montañas. He parado un ratín en un mirador para echarme un cigarro tranquilo y contemplar las hermosas vistas, con el Serantes al fondo y desde Muskiz hasta Barakaldo.

La margen izquierda

Como todavía no se me había hecho tarde he parado un rato en Bilbao a darme un paseo. He decidido dar la vuelta completa a Zorrotzaurre, un barrio-isla de la capital vizcaína. Esta es una de las pocas zonas que me quedaban por conocer de Bilbao. Zorrotzaurre es una península unida por una estecha franja de tierra a Bilbao y que se encuentra encajada entre dos brazos de agua, por un lado la ría del Nervión y por el otro la ría de Deusto.
A pesar del lavado de cara que le están dando a la ciudad, todavía quedan en Bilbao zonas marginales y deprimidas, Zorrotzaurre es un claro exponente de ellas. Las casas, las fábricas y los solares se mezclan sin ningún orden y a veces mientras caminaba al borde de la ría me parecía estar en un lugar deshabitado, me crucé con contadas personas en todo el largo paseo. Las imágenes cantan por si solas:




"Edificaremos sueños"
Un largo camino




Jardincito improvisado con neumáticos
Central de tratamiento de residuos en Zorrotza




El abandono en estado puro
En un futuro apocalíptico...


Cuando llegué al coche todavía no tenía ganas de volver a Logroño y había pensado subir al funícular de Artxanda, desde donde dicen que se tienen las mejores vistas de Bilbao. Cuando estaba ya llegando sucedió lo que suele ocurrir constantemente por aquí.., se puso a llover. La subida a Artxanda, para otra ocasión.