domingo, 2 de abril de 2006

Oriente próximo

Bueno, pues ya he regresado de mi viaje a la exótica Estambul. Han sido 7 días de vacaciones desde el 26 de Marzo hasta el 2 de Abril. Reservé el viaje para dos personas (Edith y un servidor) por Internet desde http://www.muchoviaje.com/, una página que recomiendo a todos aquellos que quieran viajar barato y sin complicaciones, a nosotros nos ha ido muy bien y nos ha salido un viaje muy barato: 280€ con avión directo Madrid - Estambul y hotel de 3 estrellas.
Antes de comenzar a relatar lo transcurrido en el viaje voy a haceros un pequeño resumen de lo que es Estambul: Se trata de la ciudad más importante de Turquía aunque no es su capital (Ankara) y se encuentra situada en un punto estratégico, justo en el estrecho del Bósforo con un lado en Europa y el otro en Asia.
Se trata de una de las ciudades más sorprendentes del mundo y de las más visitadas, gracias sobretodo a su dilatada historia. Estambul ha tenido tres nombres diferentes según transcurrían sus diferentes etapas: fue fundada por los griegos con el nombre de
Bizanzio, en el año 330 DC fue refundada con el nombre Constantinopla por el emperador romano Constantino el grande; se mantuvo con este nombre siendo la capital del Imperio Romano de Oriente o Imperio Bizantino hasta el año 1453 cuando el Imperio Otomano conquistó la ciudad para el mundo islámico. A partir de entonces se le conoce como Estambul. En 1923 Ataturk, considerado el padre de la Turquía moderna, trasladó la capital del país desde Estambul a Ankara.

Primer día:
Sábado 25 de Marzo del 2006, 9h de la mañana, suena el despertador. Por fin llega el día de partir hacia Estambul. Teníamos las maletas preparadas desde la noche anterior y mi padre ha venido a recogernos en coche para ayudarnos a llevar las maletas hasta la estación de autobuses, así que esta vez no ha habido problemas de tiempo. En Madrid teníamos la intención de hacer noche para coger el avión el Domingo temprano. Lo primero que hemos hecho al llegar a Madrid ha sido coger el metro para ir hasta la pensión que teníamos reservada en la calle Atocha para dejar los trastos que llevábamos cargando hacía un rato. Luego ya hemos cenado tranquilamente en la propia habitación de la pensión, eso sí, en plan humilde, hemos sacado el embutido y las latas que traíamos desde Logroño. Después de cenar hemos salido a dar una vuelta por el paseo del Prado y sus aledaños, allí misteriosamente nos fué imposible encontrar una cabina de teléfono para poder llamar a nuestros papis, tuvimos que irnos hasta la estación de Atocha a llamar.

Segundo día:
Hemos madrugado un poco más de lo que teníamos previsto con la intención de que nos diera tiempo a dar una vueltilla por el barrio de Lavapiés, que lo teníamos justo detrás de la pensión. Por hacer esto a poco perdemos el avión, hemos tenido que salir a todo trapo hacia Barajas y allí cuando ya pensábamos que llegábamos bien nos hemos enterado de que la T4 (que es desde donde salía nuestro vuelo) se encuentra a varios kilómetros de distancia desde el resto de terminales, ¿resultado?, más prisas, colarnos como hemos podido en el autobús que va hasta la T4 y correr hasta la zona de embarque. Era la primera vez que estaba en Barajas pero con las prisas no me ha quedado mucho tiempo para observar el aeropuerto tranquilamente, otra vez será.
Hemos despegado en un Boeing 737 de Turkish Airlines. Sólo había viajado un par vez antes en avión. De la primera de ellas y ya casi ni me acuerdo porque creo que me dormí, fue en el regreso del viaje de estudios desde el aeropuerto de París. No recuerdo que lo pasara mal en esa ocasión pero esta vez sí que me afectó, no durante el vuelo, sino que durante el despegue y el aterrizaje; es esa sensación tan "
chunga" de dejar el suelo después del acelerón del avión.
Logotipo de las Turkish Airlines

Al aterrizar salimos del aeropuerto en busca del famoso autobús que te lleva a Estambul sin tener que pagar la "primada" del taxi. Al llegar a la ciudad sabíamos en que parada teníamos que apearnos y así lo hicimos, a partir de ahí ya empezó la emoción: el autobús no soltó en medio de una ciudad de 13 millones de habitantes, de noche, a miles de kilómetros de nuestra casa y en un lugar donde la gente no para de intentar venderte o engañarte con algo; nos movíamos a trompicones y con las mochilas a cuestas entre la masa de gente hasta que llegamos a una zona más calmada y ya pudimos relajarnos. Sacamos el plano de Estambul, nos tranquilizamos e intentamos localizar el hotel Nazar, no había manera de encontrar esa puta calle... ordu yadessi..., así se llamaba, todavía recuerdo su nombre. Preguntábamos a la gente pero nadie conocía ni la calle ni el hotel, al final, desesperados, hicimos la primera cagada del viaje: preguntamos a un taxista (a pesar de que sabíamos que teníamos que evitarlos como la peste) y nos convenció para llevarnos en su taxi, ¡total que nos sopló siete euros por darnos la vuelta a la manzana!, el hotel estaba a 100 metros de donde estábamos preguntándole.
El hotel para lo que nos costó no estaba nada mal, y además no está mal situado, se encuentra en el barrio de
Laleli, cerca del centro de la ciudad. Allí soltamos las mochilas y nos metimos a dormir.

Vistas desde la habitación de Hotel Nazar

Tercer día:
Estambul tiene cientos de mezquitas, miles quizás, nada más salir del hotel nos topamos con una de ellas, la de laleli. No es de las más bonitas pero teníamos tantas ganas de ver una que entramos a la primera que vimos abierta. La verdad es que son lugares que impresionan, aunque me imagino que lo mismo que a ellos las iglesias católicas. Desde fuera sorprenden sus formas redondeadas con esas enormes cúpulas y desde dentro todos sus colores (techo, alfombras, luces...) De todas formas, las primeras te impactan mucho, luego todas son iguales... Para entrar es necesario quitarse los zapatos y muy recomendable que las mujeres entren con el velo puesto, Edith así lo hacía. En la mezquita de Laleli el tío que estaba al cargo de ella intentó engañarnos, bueno no lo intentó, lo que ocurrió es que me líe yo. Él me preguntó que si quería hacer un donativo y yo creí que me decía que si quería cambiar dinero, le dí las pelas pensando que me iba a dar liras turcas y resultó que no me devolvía nada... mis nervios y mi pésimo inglés me jugaron una mala pasada. Respecto al tema del cambio de moneda, decir que lo mejo r es cambiar en los doviz, una oficinas que abundan por las calles de las zonas turísticas y en las que se consigue el mejor cambio posible, evitar bancos y vendedores ambulantes. Después de este incidente y el del taxi ya prácticamente no volvieron a timarnos, bueno, a timarnos nosotros mismos.
Esa mañana la pasamos viendo varios museos: el de historia, el de arqueología y el de azulejos. Por la tarde entramos a
Topkapi, un tremendo palacio de donde vivían antiguamente los califas del imperio otomano. Es un lugar tan grande y con tantas cosas para ver que no nos dio tiempo a verlo entero, por ejemplo nos faltó el famoso Harem.

Jardines de Topkapi

Nos soprendió la cantidad de gatos que hay por toda la ciudad, están sueltos por las calles alimentándose de la basura que pillan tirada por el suelo, en Estambul no conocen lo que son los contenedores y juntan la mierda en determinados sitios que se convierten en grandes focos de infecciones.

Yo y Barbarroja

Cuarto día:
Nos dedicamos a visitar la zona de Beyazit, entramos a varias mezquitas, entre ellas a una de las más famosas: la de Soleyman el Magnífico; también a la de Nuruosmaniye, menos conocida, pero que nos gustó mucho.




En la Mezquita de NuruosmaniyeEn la Mezquita de Soleyman

Vimos un cementerio típico de allí, se llaman turbas y son muy curiosos porque ponen diferentes tipos de gorros esculpidos en las lápidas para indicar el rango social o el sexo del muerto. A los hombres les suelen poner turbantes y a las mujeres flores.

Turba

Cuando estábamos en la Plaza de Beyazit, junto a la universidad de Estambul (foco del integrismo musulmán en la ciudad) nos sorprendió el canto del mujaidin que se emitía desde los minaretes de la mezquita de Beyazit y que invitaba al rezo de todos los musulmanes. Cuando acaba , a lo lejos se oyen al resto de mujaidines que andan retrasados cantando en el resto de mezquitas. El oir esto es un momento mágico que te hace darte cuanta realmente de donde estás.
También estuvimos dando una vuelta por el
Gran Bazaar, es una zona de calles y callejuelas que están cubiertas por un techo y en las que hay cientos de tiendas y puestecitos donde se vende de todo: telas, comida, ammuletos, joyas... A mi no me gustó por lo cansos que son los vendedores, en cuanto te ven pasar cerca de su tienda salen a por ti como las balas, y como te pares a dialogar ya has muerto. De todas formas, tengo que reconocer que los turcos son gente muy maja, a pesar de que hablan árabe la mayoría saben inglés e incluso muchos parlotean algo de español, su mentalidad comercial les delata, lo llevan en la sangre. Son muy simpáticos y al contrario que los ingleses se molestan en intentar entenderte cuando hablas con ellos, incluso yo me hacía entender, con eso lo digo todo.
Quinto día:
Este día visitamos la zona más turística: Sultanhamed, es el barrio donde están los monumentos más importantes de la ciudad:
-El viejo
hipódromo donde aguantan en pie tres de sus columnas: la columna serpentiforme, el obelisco egipicio y obelisco amurallado.

Obelisco egipcio


-El museo de arte islámico, allí nos pilló una visita de un grupo de niños de un colegio que nos miraban extrañados y con risitas. Parece ser que no estaban muy acostumbrados a ver extranjeros.

Alfombras del museo

-La mezquita más famosa de la ciudad: la Mezquita Azul. Recibe este nombre por el color de sus azulejos interiores. Aquí es muy curioso el efecto que produce la luz al atravesar las ventanas con mosaicos.

Interior
Cúpula
De día
De noche

-La Basílica de Santa Sofía (Aya Sofía), considerada una de las maravillas modernas de la humanidad. No pudimos contemplarla en todo su esplendor porque estaban haciendo reformas en su gigantesca cúpula y parte de la basílica estaba con andamiaje. Esta iglesia, originalmente cristiana está considerada la mayor obra arquitectónica del Imperio Bizantino, actualmente está "convertida" al islam tal como indican los grandes medallones que hay en algunas esquinas de la parte alta.

Maravilla de la Humanidad
Fresco en el techo
Edith en el piso de arriba


-La Cisterna de Yerebatán. Es una de las 60 cisternas que se utilizaron durante el Imperio Bizantino para acumular agua. Esta es una de las que se abren actualmente para ser visitadas por los turistas. Se baja por unas escaleras a los subterraneos de la ciudad y se llega a un lugar que parece una cloaca donde hace muchísimo frío y hay mucha humedad debido al agua estancada, se pueden ver las enormes columnas que aguantan el peso del suelo.

Cisterna de Yerebatán

Hicimos un amigo kurdo que nos estuvo dando consejos sobre la ciudad, el tío hablaba muy bien español porque se dedicaba al comercio con españoles. Su trabajo consistía en darse vueltas por la zona de turistas para intentar llevarlos a su negocio: una tienda de alfombras cercana. A pesar de que ese era su "sucio" objetivo, Fermín (ese era su nombre traducido al castellano) nos pareció muy majo. Nos lo encontramos casi todos los días y ya nos pareció mal no acercarnos a su tienda, el rincón de Fhermi. Eso fue una auténtico encerrona, nos presentó a su familia con la cual lleva el negocio, nos sentamos en un sofá al fondo de la tienda, nos invitaron a té rojo y Fermín empezó a sacarnos cosas para vendernos, empezó por alfombras caras y fue bajando el nivel de artículos según veía que no estábamos dispuestos a comprar nada. Finalmente compramos un cojín de tres euros... menuda verguenza, yo creo que habría sido mejor no comprar nada.

Sexto día:
Hoy tocaba crucero por el bósforo, el estrecho que separa la parte europea de la parte asiática de Estambul. Es un punto muy importante porque es la única vía de salida del mar negro hacia el mar de mármara ya en el mediterraneo. Por esta razón se ven cargueros continuamente circulando por sus aguas.


Empieza el crucero

Pensé que me iba a marear en el viaje pero aguanté bien, apenas había oleaje. En el transcurso del crucero pasamos por debajo del puente de Ataturk, una gigantesca mole de hormigón por la cual circulan diaramente miles de coches entre Europa y Asia.
El crucero nos dejó en un pequeño pueblo pesquero de la parte asiática de Turquía. Ya puedo decir que he pisado fuera de Europa. El pueblo no es gran cosa pero subimos a una pequeña montaña para ver el
Castillo de Anadolu Kavagi. Se encuentra situado en un lugar de película, rodeado de praderas y con unas vistas hacia el mar negro impresionantes.

Castillo
Entrada al mar negro


Por la tarde fuimos la estación del Orient-Express para ver un espectáculo que tenía muchas ganas de ver Edith. Se trata de una representación con la música y el baile de los Derviches (miembros de una hermandad religiosa sufí). La música es muy normalita pero el baile es impresionante, se trata de una danza en la cual los derviches dan vueltas sobre si mismos a una velocidad increíble, parece imposible que se mantengna en pie sin marearse.

Danza Derviche

Séptimo día:
Este día nos dedicamos a ver barrios menos conocidos, más alejados de la zona de turistas.
Estuvo toda la mañana lloviendo mientras callejeábamos por el distrito de
Fatih, uno de los barrios donde se supone que el islamismo está más arraigado; nosotros no notamos nada demasiado diferente al resto de zonas. Luego estuvimos por los barrios de Fener y de Balat. Uno es un barrio judío y el otro es un barrio donde existe una importante comunidad griega. No hay que olvidar que Estambul sigue siendo sede del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, cabeza de la Iglesia Ortodoxa Griega. En estos barrios vimos mucha miseria, casas desvencijadas, mucha suciedad, malos olores, calles muy estropeadas... Cuando llegamos a la Muralla de Teodosio ya nos dimos la vuelta y regresamos hacia nuestro barrio.

Fener

Por la tarde cruzamos el cuerno de oro, que es un canal que divide en otras dos mitades la parte europea de Estambul, para visitar otro barrio importante de la ciudad: Beyoglu.
Subimos a la Torre de Gálata, que a pesar de ser muy famosa a mi no me gustó, es una simple torre de piedra a la que se sube desde un ascensor y que no tiene nada especial aparte de unas estupendas vistas de Estambul.

Torre de Gálata

Luego nos subimos en el tranvía que recorre la distancia entre las plazas de Tunel y de Taksim, auténtico centro de comunicaciones entre autobuses y una de las referencias de la ciudad. Cerca está Istiklal Cadessi, una calle por la que pasan miles de personas al día con intención de gastarse todo el dinero que llevan en los numerosos comercios que abundan en ambas aceras. Es increíble el contraste que representa esta zona con otro barrios como Fatih o Aksaray. Beyoglú es un barrio totalmente occidentalizado, que podría pertenecer a cualquier ciudad europea. Si fuera por zonas como esta, hace tiempo que Turquía ya estaría dentro de la Unión Europea.

Estatua en el centro de la plaza Taksim

A última hora del día estuvimos paseando mientras anochecía por el barrio pesquero de Karakoy. Al ser la última noche aprovechamos para darnos un buen festín y cenamos en un lujoso restaurante situado en el puente de Gálata, era uno de esos restaurantes en los que tienes al camarero detrás tuyo pegado a la chepa esperando para rellenarte la copa de vino o cambiarte la servilleta porque está sucia.
Esta fue la única ocasión en todo el viaje en que comimos sin preocuparnos del dinero en "un sitio digno". El resto de días habíamos comido en burguer kings, en kebabs o en tugurios así que no puedo hablar demasiado de la comida. Personalmente a mi sí que me gustó bastante, probamos algunos platos típicos como el
koften (albóndigas de ternera muy sabrosas) y como no, lo famosos kebabs que estaban buenísimos; nada que ver con las bazofias que venden aquí. Toda la comida a muy buen precio, como casi todo en Estambul.

Octavo día:
El último día nos acercamos a la zona de Besiktas para ver otro sitio que merece una visita imprescindible: el Palacio de Dolmabahce. Este palacio fue el sucesor de Topkapi, fue la residencia de los sultanes del Imperio Otomano a partir de mediados del S. XIX. Entramos en una visita guíada y pudimos comprobar lo increíblemente lujoso que es el palacio por dentro: los diamantes, esmeraldas y el cristal brillan constantemente y todo está lleno de oro, terciopelo, seda y otras telas exquisitas. También vimos el Harem contiguo al palacio.


Escaleras de cristal
Jardines exteriores

Lujo y riqueza


De aquí ya volvimos al hotel a recoger nuestras cosas y marchar de regreso a España. Esta vez fuimos hasta el aeropuerto en metro, sólo hay una línea en funcionamiento pero justo nuestro hotel es donde está la primera parada: Aksaray. La línea de metro hace el trayecto Aksaray - Aeropuerto Ataturk. Así acabó nuestro viaje al próximo oriente.